Durante los fríos inviernos madrileños de la guerra civil, los efectos de los bombardeos, la carestía y la falta de suministros de todo tipo provocaron situaciones verdaderamente dramáticas en los meses más fríos del año, en los que muchos madrileños no tenían con qué calentarse.
Para evitar esta situación, el Gobierno Civil de Madrid y la Jefatura del Ejército del Centro republicano, en previsión del duro invierno de 1938, exponía esta curiosa medida ya en septiembre de ese mismo año, en el que se ordenaba que todo el sobrante de leña y carbón de los montes de la sierra norte que abastecían a Madrid (Pardo, Viñuelas..) fueran requisados y centralizados en la autoridad militar, que quedaría encargada de controlar y repartir el suministros de las mismas entre la población civil y militar de la capital y provincia.